En un día común enciendes la radio o reproduces una canción aleatoria en tu iTunes, de repente tu piel se eriza y la canción, aunque inicialmente la consideras inapropiada para tu estado de ánimo actual, te envuelve. Te transportas al momento en que primero la escuchaste y eventos subsiguientes significativos que simplemente distraen tu atención de lo que estabas haciendo hasta ese momento.
Cierras los ojos, tu expresión facial cambia asemejando la popular CDV o "cara de venío", pues en ese momento los decibeles entran en sintonía con tus ondas cerebrales y tu percepción de la realidad queda alterada por unos minutos.
Reconoces que cantar no es una de tus virtudes pero no puedes evitar sacar las líricas desde lo más profundo de tu ser, aún cuando esto implica ahorcar unos cuantos gatos y romper unas cuantas copas.
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