Me insultas. Exhortas inmundicias propias de un engendro subhumano, con tus palabras afiladas intentas clavar mi integridad, y sangro. Envenenas los allegados a ti con tu amarga lengua, con tu mirada emanas tus deseos megalomaníacos, y sangro.
Adoptas una actitud propia de un villano de cuento de hadas, cuya diferencia yace en la inaptitud de tus palabras ante un público infantil, o en general en este caso. Explotas la posibilidad de provocar reacciones físicas severas a quienes diriges tu atención, y sangro.
Has penetrado la barrera invisible del zen neural. Me has hecho sangrar, pero sangro amor. Amor porque reconozco que una vez existió un alma noble ubicada en las entrañas de tu ser, amor porque tengo fe que algún día resurgirá, sangro amor porque tengo la conciencia limpia de impurezas, inmune al virus que repetidas veces liberas al abrir la boca.
Adoptas una actitud propia de un villano de cuento de hadas, cuya diferencia yace en la inaptitud de tus palabras ante un público infantil, o en general en este caso. Explotas la posibilidad de provocar reacciones físicas severas a quienes diriges tu atención, y sangro.
Has penetrado la barrera invisible del zen neural. Me has hecho sangrar, pero sangro amor. Amor porque reconozco que una vez existió un alma noble ubicada en las entrañas de tu ser, amor porque tengo fe que algún día resurgirá, sangro amor porque tengo la conciencia limpia de impurezas, inmune al virus que repetidas veces liberas al abrir la boca.
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